Esta enfermedad óptica es la segunda causa más común de ceguera según lo informa la Organización Mundial de la Salud, y se estima que 3 millones de personas padecen de esta enfermedad solo en los Estados Unidos. Algunos estudios han arrojado que las personas más propensas a desarrollar glaucomas son aquellos que tienen antecedentes familiares con este mal y personas mayores de 60 años (especialmente si presentan alguna afección como la diabetes).
Lamentablemente, el glaucoma no presenta síntomas hasta que se encuentra en un estado avanzado. Una vez desarrollado, los síntomas pueden variar desde visión borrosa, dolores de ojos y de cabeza, náuseas, aparición de aros de color en la visión o pérdida repentina de la misma. Esta enfermedad tiende a ser degenerativa e irreversible, pero puede ser controlada en caso de ser detectada a tiempo y llevando a cabo el tratamiento adecuado.
Los exámenes oftalmológicos periódicos son clave para la detección de glaucomas, ya que lo más común es que estos no presenten ningún síntoma en primeras instancias. El glaucoma es la causa del 12% de los casos de ceguera a nivel mundial, por lo que los controles no deben ser pasados por alto, especialmente pasados los 40 años.
El daño suele ser irreversible, por lo que su detección de esta antes del tiempo correcto significaría salvar tu visión. Hasta la fecha, la ceguera causada por este padecimiento no tiene ninguna cura, así como no puede ser solventada con cirugías. En el mejor de los casos, este problema puede ser controlado, evitando que el problema crezca.
La GRF (Glaucoma Research Foundation) recomienda que las personas propensas a sufrir de esta enfermedad que se realicen los chequeos correspondientes cada uno o dos años.
Es importante desmentir algunos mitos con respecto a esta afección, ya que muchos creen que los glaucomas pueden ser causados por lecturas muy prolongadas, leer con poca luz, por el uso de lentes de contacto, o por la dieta que llevamos. Del mismo modo, es importante que sepas que esta enfermedad no es contagiosa ni atenta contra la vida de la persona que la sufre.
Como se explicó anteriormente, no existe tratamiento para eliminar los glaucomas, pero el chequeo pueden evitar que esta enfermedad empeore si es detectada alguna irregularidad a tiempo. El objetivo del tratamiento es bastante claro: Reducir la presión intraocular.
En primera instancia, el tratamiento puede ser a través de la receta de algún compuesto activo, como lo pueden ser los análogos de la prostaglandina, bloqueadores beta, agonistas alfa e inhibidores de la anhidrasa carbónica. En caso de que estos tratamientos no logren reducir la presión intraocular, se deberá hacer una cirugía.Si bien no es la primera opción para los oftalmólogos, la cirugía puede ser una opción bastante efectiva para mantener intacta la visión de la persona durante un buen período de tiempo. La operación consta en destrabar o crear nuevos canales de drenaje para drenar el fluido intraocular, para así liberar la presión. Esta intervención quirúrgica se puede hacer con láser o con corte.
La cirugía va a depender del grado de gravedad del glaucoma en cuestión, y será el cirujano oftalmólogo quien determine cuál es el proceso adecuado, así como todo el cuidado postoperatorio. El especialista también será el encargado de explicar cómo se llevará a cabo el procedimiento, enfatizando en los riesgos y en los posibles efectos secundarios que conlleva la cirugía ocular.
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